Con la llegada del otoño, nuestro organismo debe adaptarse a una serie de circunstancias como el descenso de las temperaturas, la reducción de horas de luz y el regreso a una mayor actividad física y mental después del periodo de vacaciones.
Para esta adaptación, el cuerpo sufre un mayor gasto energético, lo que repercute en un descenso en nuestra capacidad de defensa frente a los gérmenes. El tiempo húmedo y templado es propicio para el desarrollo de virus y bacterias, lo que aumenta el peligro de infecciones. Por ello, es importante alimentarse bien y aprovechar los alimentos que nos proporcionen un mayor aporte de energía.
Algunos de los frutos más típicos del otoño son las granadas, las uvas y las naranjas. El ácido cítrico de las granadas y las naranjas nos proporciona vitamina C, que ejerce una acción desinfectante y nos protege de los resfriados. La uva tiene muchas calorías debido a su alto contenido de azúcares, lo que nos proporciona una acción antioxidante y una gran cantidad de hierro.
Otro de los alimentos típicos del otoño son las castañas y los frutos secos, que proporcionan una gran cantidad de energía a nuestro organismo. También se puede encontrar en otoño una extensa variedad de verduras como la calabaza, las berenjenas y las alcachofas, que tienen pocas calorías pero en cambio poseen una importante acción antioxidante y diurética.
Pero sin duda, el producto estrella del otoño son las setas, aunque con este alimento tenemos que estar muy seguros de cuáles son comestibles, puesto que existe una gran variedad de setas altamente indigestas e incluso venenosas.