Lo que hoy conocemos como Halloween, o Noche de Brujas, tiene su origen en una fiesta pagana celebrada hace 3000 años por los Celtas, un pueblo guerrero que habitaba zonas de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia. El 31 de octubre celebraban el fin de año con la fiesta pagana del Samhain, que tenía un carácter purificador y religioso. Los celtas hacían sacrificios humanos y de animales, en honor al dios Samhaím, señor de la muerte. Era una fecha asociada con los muertos, las almas en pena, las brujas y los hechizos.
Cuando el emperador Constantino decretó que los habitantes de su imperio se convirtieran al cristianismo, se mantuvieron muchos ritos paganos, entre ellos el Samhain.
Hacia el siglo VIII, la Iglesia Cristiana eligió el día 1 de noviembre para celebrar el día de Todos los Santos y así rendir homenaje a todos los santos que no tuvieran un día concreto de celebración en el calendario. A lo largo de los años, se fueron combinando las fiestas paganas con la celebración de Todos los Santos y se empezó a llamar, en inglés, «All hallowmas» (el conjunto de todos los santos, de las personas santas). La noche anterior se conoció como «All Hallows Eve» (Víspera de Todos los Santos). Con el tiempo, su nombre se convirtió en Halloween.
En Estados Unidos comenzaron a celebrar esta fecha las pequeñas comunidades de inmigrantes irlandeses a mediados del siglo XIX.
En cuanto a la costumbre de ahuecar y tallar una calabaza para usarla como farol, tiene su origen en el folklore irlandés del siglo XVIII. Cuenta la leyenda que un bebedor, holgazán y jugador llamado Jack recibió en una ocasión la visita de Satanás con intenciones de llevarlo al infierno. Jack lo desafió a trepar al roble bajo el que siempre estaba tumbado y, cuando el diablo estuvo en la copa del árbol, Jack talló una cruz en el tronco para impedirle que descendiera para llevárselo. Entonces Jack hizo un trato con el diablo: sólo le permitiría descender si nunca más le tentaba con la bebida y con la mala vida. La leyenda dice que cuando Jack murió no se le permitió la entrada al cielo por haber sido tan pecador y pendenciero, pero tampoco pudo entrar en el infierno por haber engañado al diablo, quien le entregó una brasa para iluminarse en la oscuridad, a modo de farol, mientras tendría que vagar hasta que llegara el día del Juicio Final. Esta brasa estaba colocada dentro de una cubeta ahuecada, a modo de calabaza. Este farol simboliza la luz que aleja los espíritus malignos de las personas y de sus hogares.
La fiesta cristiana de Todos los Santos está eclipsada cada vez más por la celebración pagana de Halloween. En muchos países la Iglesia está rescatando el verdadero sentido de esta fiesta cristiana con propuestas festivas para los niños. En la diócesis de Alcalá de Henares, por ejemplo, en lugar de Halloween, se celebra Holywins, un juego de palabras que en inglés significa “la santidad vence”, y lo celebra con actividades para transformar esta celebración de muertos y tinieblas en una “fiesta del Cielo”.
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