Resulta extraño ver cómo durante el verano, cuando más calor hace, las precipitaciones durante una tormenta caen en forma de pequeñas, y no tan pequeñas, bolitas de hielo. La explicación de este fenómeno es muy sencilla.

Cuando se forman las nubes de tormenta, conocidas como “cumulonimbos”, las gotas de agua que la forman ascienden y descienden por efecto de las corrientes verticales de aire. La temperatura en la parte superior de estas nubes llega a alcanzar los 50 grados bajo cero, lo que hace que se formen cristales de hielo alrededor de las gotas de agua. Cuanto mayor es la inestabilidad atmosférica, más suben y bajan estas gotas de agua o hielo, uniéndose así a otras gotas y creciendo en tamaño y en peso. Se pueden dar varios ciclos de ascenso y descenso hasta que la piedra de granizo es tan pesada que las corrientes ya no pueden elevarla de nuevo y caen definitivamente hacia la Tierra.

Como curiosidad, saber que a lo largo del año se registran en España unas 10.000 tormentas, de las cuales unas 5.000 suceden en verano. El diámetro de una bola de granizo puede oscilar entre los 5 y los 50 milímetros, y su peso ha llegado a alcanzar los 500 gramos.